El loro de Churchill

Una voz del pasado


Charlie
Cuando uno camina por el jardín del señor Peter Oram, en Reigate, Surrey, Inglaterra, puede sentirse sorprendido al escuchar una fuerte voz que proviene de los árboles: las palabras que oirá, dichas a voz en cuello, son: "Fuck Hitler! Fuck the nazis!".

"Yo conozco esa voz", posiblemente se diga uno. Muchísimas personas en el mundo han escuchado ese particularísimo arrastre de dicción, esa entonación distintiva. Y, definitivamente, todos los ingleses la conocen desde la cuna.

La entonación es una imitación perfecta de la voz de Sir Winston Churchill, primero Jefe de Policía y luego Alcalde de Londres, que pasó a la historia como el hombre que ganó la Batalla de Inglaterra y uno de los "cerebros" de la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial.

"Fuck Hitler. Fuck the nazis!" (sin traducción elegante al castellano, pero cualquiera sabe lo que la frase significa), repite la voz. Mirando mejor, es posible que uno vea a un hermoso loro azul y oro, parado tranquilamente en una rama e insultando a los gritos al líder nazi y a su Partido Nacionalsocialista de los Trabajadores. Tanto uno como otro desaparecieron en 1945, con la llegada a Berlín del Ejército Rojo.

El lorito en cuestión, de nombre Charlie, es una hembra de guacamayo azul (Ara ararauna), una especie muy extendida por la mayor parte de América, desde Panamá hasta el sur de Bolivia y Perú.

El guacamayo Charlie rompió el cascarón a principios del año 1900, y vivió feliz en una especie de mercado persa de animales londinense hasta 1937, en que fue adquirido por Churchill. Observando la innata predisposicón del ave a hablar y jurar como un cosaco, el ya entonces Primer Ministro le enseñó pacientemente a insultar a Hitler y a sus nazis. El animal, por supuesto, aprendió, de paso, a imitar la voz de su amo. Churchill insistió en que la guacamaya dijera sus palabrotas especialmente cuando entraba alguien. Evidentemente, no le satisfacía la diversión privada, sin testigos.

Cuentan los memoriosos que era muy gracioso observar las reacciones de los pacatos y flemáticos Lords del almirantazgo, embajadores, pares del reino y personajes similares cuando, al entrar a la sala de reuniones del 10 de Downing Street, eran recibidos al poco ortodoxo grito de la proaliadísima Charlie.

Charlie vivió feliz entre sus compañeros animales: Churchill poseía, aparte de la guacamaya, caballos, ovejas, cerdos, vacas y... ¡un leopardo!

Charlie es el ave más vieja actualmente viva en Gran Bretaña, y uno de los plumíferos más ancianos del mundo. Tiene, comprobados, 104 años de edad y goza aún de buena salud.

A la muerte de Churchill, en 1965, Charlie fue vendida por los herederos del Primer Ministro (les "molestaba su lenguaje") a su actual poseedor, Mr. Oram. Él mismo cuenta, risueño, que en el edificio donde vivía anteriormente lo obligaron a mantenerla encerrada dentro, porque "el ave enseñaba un vocabulario incorrecto" a los niños. Ahora, hace 12 años que esta reliquia de la historia británica vive (e insulta a los fascistas) en un gran centro de jardinería en Surrey, propiedad de Oram.

"A decir verdad, se la ve un poco zaparrastrosa, pero es muy popular entre los clientes. Todos la queremos mucho", afirma Sylvia Martin, una empleada de Oram. Lo del aspecto poco elegante del ave se debe a que la vejez le ha hecho caer algunas plumas. "Ahora ya no habla mucho, sólo dice ´¡Hola!´ y ´¡Adiós!´". A pesar de estar en apariencia "reformada", la lorita del lenguaje brutal sigue, ocasionalmente, acordándose de los parientes del líder nazi. Dice Martin: "Se emociona con la música, y cuando se la ponemos, baila. Está en muy buen estado físico".

La increíble longevidad de Charlie (al fin y al cabo, ha sobrevivido en 59 años a su odiado enemigo y en casi 40 a su amo y "maestro") no es un fenómeno sorprendente para los expertos: "Bien cuidado, un loro puede vivir hasta 110 años en cautiverio", explica Steve Nichols, fundador y director del Santuario Nacional Británico de Loros. En su estado salvaje, sin embargo, rara vez superan los 40 años.

La extraña capacidad lingüística de los psitácidos (la familia zoológica a la que pertenecen loros, cacatúas, cotorritas, papagayos, loros y guacamayos) ha sorprendido y encantado a la Humanidad desde la más remota noche de los tiempos. Todas las especies se caracterizan por su sorprendente inteligencia, a tal punto que ya los antiguos creían encontrar contextualizaciones en las vocalizaciones de sus loros.

Comprendan lo que dicen o no, muchos ejemplares aprenden, en sólo dos años, increíbles vocabularios de más de 200 palabras, y normalmente las utilizan en los momentos y los lugares adecuados. Charlie, por ejemplo, prefiere (y prefería en 1940) insultar a Hitler cuando entraba un desconocido, porque así se le había enseñado.

Y es toda una recompensa para quien los entrena que los loros hablen: "Al loro le cuesta un enorme esfuerzo físico hablar. Tienen que utilizar todos los músculos del cuerpo para proyectar la voz humana fuera de la garganta a un volumen tal que resulte inteligible", nos dice Ryan B. Reynolds, experto investigador de los loros y su capacidad verbal. "Por eso, sólo aprenden a hablar cuando han establecido un fuerte lazo emocional con quien les enseña".

Algunas experiencias indican que el aprendizaje de los loros viene dada por una capacidad innata de aprender los lenguajes de otras aves. Es obvio que si a usted lo abandonan en el medio de China para que se las arregle por su cuenta, su capacidad lingüística mejorará mágicamente un 500 ó 600%, y aprenderá el cantonés muchísimas veces más rápido que si se lo enseñara un profesor, con esfuerzo y dedicación, en el patio de su casa. El idioma se le ha vuelto una necesidad de supervivencia, y usted, de pronto, se convierte en un lingüista experto, especialista en chino cantonés. Pero el alemán le sigue resultando tan incomprensible como antes, porque lo que usted necesita desesperadamente saber es cómo se dice "consulado argentino" en cantonés.

Con los loros pasa lo mismo: se trata de especies altamente sociales, con lazos familiares y de clan muy fuertes. Como suelen vivir todos juntos, y migran y se desplazan de manera constante, es muy frecuente que un loro de una bandada quede "perdido" o "atrapado" en otra bandada. Como los "dialectos" de cada clan son muy diferentes, el loro "extranjero" se ve forzado a aprender el lenguaje de su nueva bandada, a fin de poder comunicarse con sus congéneres. Esta capacidad de "aprender idiomas" está impresa en sus genes, y simplemente la aplican espontáneamente cuando se ven obligados a convivir con seres humanos. Comprenden de inmediato que es muy fácil obtener alimento cuando dicen "La papa para Pedrito" (o un insulto antifascista), y obran en consecuencia.

Por supuesto, el nivel de comprensión verbal de este tipo de aves sigue siendo materia de discusión. Y, seguro, lo seguirá siendo por mucho tiempo.

Mientras tanto, una lorita inglesa, toda una lady, sigue, de vez en cuando, diciendo palabrotas acerca de un hombre muerto hace mucho, acaso recordando los espantosos bombardeos sobre una Londres poblada de civiles. El hombre que la entrenó tampoco vive, pero ella, más de seis décadas después, no ha olvidado ni una sola de las palabras que Sir Winston le enseñó en aquellos días amargos.

El biógrafo de Churchill, James Humes dijo: "Tal vez Churchill ya no esté entre nosotros, pero sus palabras de desafío y resolución siguen oyéndose". Quienes visitan, hoy en día, el parque del Sr. Oram en verdad las oyen.


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