Si algo merece hacerse con rapidez es reclasificar los Premios Nobel, porque poner al mismo nivel galardones de inocultable mérito —como son los premios de física, química y medicina— al lado de condecoraciones ‘chimbas’ como el Premio Nobel de la Paz, bordea en lo ridículo.
Según el diario New York Times, “Uno de los galardonados (del Premio Nobel de la Paz) aplastó la resistencia en una zona de su país; otro ignoró los genocidios de una minoría y algunos impulsaron procesos de paz, pero con resultados no deseados o poco efectivos.
En cuanto al expresidente colombiano Juan Manuel Santos, que recibió el premio Nobel de Paz en 2016, el New York Times recuerda que le fue entregado “por sus esfuerzos por acabar una guerra civil de 50 años”, luego de firmar un acuerdo de paz con la guerrilla de las Farc.
La crítica más fuerte del diario respecto del premio a Santos tiene que ver con el recrudecimiento de la violencia en el país por parte de las disidencias de las Farc y la presencia de otros grupos al margen de la ley, algo que el mismo Santos niega. Igualmente, el comité noruego de dicho premio miente al afirmar que en Colombia había una guerra civil; lo que había era un conflicto focalizado de una recua de 12.000 bandidos, en buena parte narcotraficantes, que buscaban por medio de las armas imponer una dictadura marxista a los 48 millones de colombianos.
Pero lo más indignante es la bofetada que los noruegos le dieron a la democracia colombiana. Y es una bofetada porque el premio llegó poco después de que un referendo en Colombia rechazó el Acuerdo de Paz, lo que para Santos, según el Times, significó “una profunda vergüenza”. El diario neoyorquino, según reciente informe, “contrasta la actitud de Santos con la del expresidente estadounidense Barak Obama (uno de los 6 galardonados del listado del diario), quien apenas se enteró de que le habían entregado el premio Nobel de Paz en 2009 se preguntó por qué a él, si sentía que no había hecho nada extraordinario para merecerlo”.
¿Se imagina el lector el escándalo mundial que se hubiera formado si el Premio Nobel de Medicina le otorga el premio a un ciudadano, simplemente porque está trabajando en una vacuna para prevenir y curar el covid? De alguna manera eso es exactamente lo que hicieron los noruegos que le otorgaron el galardón a Juan Manuel Santos a quien le entregaron un premio por sus intenciones y no por los resultados, con el agravante de que a los noruegos les importó un pepino que más de la mitad del país hubiera rechazado el Acuerdo de Paz.
En resumen, debe haber una reclasificación de los premios nobel: la primera debe ser una categoría que tenga un estatus admirable, y que comprende los galardones en química, física y medicina. Posiblemente el de economía pueda entrar en esa categoría. El segundo renglón se debe reclasificar no como Premio Nobel de Literatura, sino como un premio a las artes ya que hace unos años decidieron otorgarle el laurel a un músico. Muy posiblemente el próximo Premio Nobel de Literatura va a ser para un bailarín que escriba su propia coreografía. El tercer renglón se debe reclasificar como el “Premio Nobel de las Buenas Intenciones”, así se lo pueden entregar sin cuestionamientos a todo pendejo que tenga bienintencionados proyectos.
Según el diario New York Times, “Uno de los galardonados (del Premio Nobel de la Paz) aplastó la resistencia en una zona de su país; otro ignoró los genocidios de una minoría y algunos impulsaron procesos de paz, pero con resultados no deseados o poco efectivos.
En cuanto al expresidente colombiano Juan Manuel Santos, que recibió el premio Nobel de Paz en 2016, el New York Times recuerda que le fue entregado “por sus esfuerzos por acabar una guerra civil de 50 años”, luego de firmar un acuerdo de paz con la guerrilla de las Farc.
Fotomontaje de Pedro Pablo Pachón
Pero lo más indignante es la bofetada que los noruegos le dieron a la democracia colombiana. Y es una bofetada porque el premio llegó poco después de que un referendo en Colombia rechazó el Acuerdo de Paz, lo que para Santos, según el Times, significó “una profunda vergüenza”. El diario neoyorquino, según reciente informe, “contrasta la actitud de Santos con la del expresidente estadounidense Barak Obama (uno de los 6 galardonados del listado del diario), quien apenas se enteró de que le habían entregado el premio Nobel de Paz en 2009 se preguntó por qué a él, si sentía que no había hecho nada extraordinario para merecerlo”.
¿Se imagina el lector el escándalo mundial que se hubiera formado si el Premio Nobel de Medicina le otorga el premio a un ciudadano, simplemente porque está trabajando en una vacuna para prevenir y curar el covid? De alguna manera eso es exactamente lo que hicieron los noruegos que le otorgaron el galardón a Juan Manuel Santos a quien le entregaron un premio por sus intenciones y no por los resultados, con el agravante de que a los noruegos les importó un pepino que más de la mitad del país hubiera rechazado el Acuerdo de Paz.
En resumen, debe haber una reclasificación de los premios nobel: la primera debe ser una categoría que tenga un estatus admirable, y que comprende los galardones en química, física y medicina. Posiblemente el de economía pueda entrar en esa categoría. El segundo renglón se debe reclasificar no como Premio Nobel de Literatura, sino como un premio a las artes ya que hace unos años decidieron otorgarle el laurel a un músico. Muy posiblemente el próximo Premio Nobel de Literatura va a ser para un bailarín que escriba su propia coreografía. El tercer renglón se debe reclasificar como el “Premio Nobel de las Buenas Intenciones”, así se lo pueden entregar sin cuestionamientos a todo pendejo que tenga bienintencionados proyectos.