No es fácil determinar cuál montaje o persecución ideada por Santos ocupa el primer lugar en el escalafón de la infamia. Pero el complot que, por razones personales, urdió en contra del contraalmirante Gabriel Arango Bacci está en una posición destacada.
Siendo ministro de Defensa del presidente Uribe, Santos, con el apoyo de dos oficiales corruptos de la Armada nacional, hizo un montaje contra Arango Bacci quien, por cuenta del mismo, terminó pagando un injusto periodo en prisión.
Al cabo del tiempo, el oficial fue absuelto y hace pocos días el consejo de Estado le ordenó a la nación el pago de una millonaria indemnización por los daños que le fueron causados.
El montaje fue burdo. Supuestamente, Arango Bacci era colaborador de una estructura de narcotraficantes a los que, valiéndose de su condición de almirante, les permitía sacar por el mar sus cargamentos de cocaína.
Y la evidencia para comprobar el supuesto maridaje fue un recibo de pago en el que aparecía la huella digital del oficial.
¿En cabeza de quien cabe la posibilidad de que alguien va a firmar y poner su huella digital en un documento que sirve de soporte del pago de un soborno?
No obstante, la inverosimilitud de esa historia, Arango fue capturado y encarcelado durante 18 meses. La corte suprema adelantó la investigación y cuando llegó la hora de dictar sentencia, esta fue absolutoria. Contra el almirante no había prueba de ninguna naturaleza, razón por la que el tribunal confirmó su inocencia, no sin antes pedir que los participantes del complot entre ellos Juan Manuel Santos, fueran investigados.
Han pasado muchos años y ninguno de los delincuentes que se prestó para poner en marcha el montaje que perjudicó la carrera y la tranquilidad de Arango Bacci ha respondido ante la justicia.
Una revisión tranquila y desapasionada del montaje contra el almirante permite encontrar muchas similitudes con el que en su momento se hizo contra la campaña presidencial del uribismo en 2014, a través del hacker Andrés Sepúlveda.
Y en ambos hay dos elementos comunes: la participación de Juan Manuel Santos y de un peligroso delincuente que en este momento huye del país: el almirante Álvaro Echandía quien, junto a otro oficial, el almirante Barrera lideraron una estructura delincuencial al interior de la Armada Nacional.
La merecida indemnización que le acaba de ser otorgada a Arango Bacci no es suficiente para curar las heridas ni para reparar el brutal daño que Santos ordenó hacerle a ese hombre que sirvió con devoción y disciplina al país.
Afortunadamente, el paso del tiempo ha permitido que el esplendor de la verdad se imponga. Las “pruebas” en su contra, como es natural, se desplomaron y quienes las falsificaron -los almirantes Barrera y Echandía- se convirtieron en unos vulgares fugitivos que huyen de sus propios pecados y de la posible acción de la justicia de nuestro país.
El gobierno de los Estados Unidos, consciente del error al que fue inducido, le ha anunciado al almirante Arango que su visa le será reestablecida.
Poco a poco ese hombre, que es una víctima de Juan Manuel Santos, ha recuperado algo de lo que perdió por cuenta del complot que se orquestó contra suya.
Siendo ministro de Defensa del presidente Uribe, Santos, con el apoyo de dos oficiales corruptos de la Armada nacional, hizo un montaje contra Arango Bacci quien, por cuenta del mismo, terminó pagando un injusto periodo en prisión.
Al cabo del tiempo, el oficial fue absuelto y hace pocos días el consejo de Estado le ordenó a la nación el pago de una millonaria indemnización por los daños que le fueron causados.
El montaje fue burdo. Supuestamente, Arango Bacci era colaborador de una estructura de narcotraficantes a los que, valiéndose de su condición de almirante, les permitía sacar por el mar sus cargamentos de cocaína.
Y la evidencia para comprobar el supuesto maridaje fue un recibo de pago en el que aparecía la huella digital del oficial.
¿En cabeza de quien cabe la posibilidad de que alguien va a firmar y poner su huella digital en un documento que sirve de soporte del pago de un soborno?
No obstante, la inverosimilitud de esa historia, Arango fue capturado y encarcelado durante 18 meses. La corte suprema adelantó la investigación y cuando llegó la hora de dictar sentencia, esta fue absolutoria. Contra el almirante no había prueba de ninguna naturaleza, razón por la que el tribunal confirmó su inocencia, no sin antes pedir que los participantes del complot entre ellos Juan Manuel Santos, fueran investigados.
Han pasado muchos años y ninguno de los delincuentes que se prestó para poner en marcha el montaje que perjudicó la carrera y la tranquilidad de Arango Bacci ha respondido ante la justicia.
Una revisión tranquila y desapasionada del montaje contra el almirante permite encontrar muchas similitudes con el que en su momento se hizo contra la campaña presidencial del uribismo en 2014, a través del hacker Andrés Sepúlveda.
Y en ambos hay dos elementos comunes: la participación de Juan Manuel Santos y de un peligroso delincuente que en este momento huye del país: el almirante Álvaro Echandía quien, junto a otro oficial, el almirante Barrera lideraron una estructura delincuencial al interior de la Armada Nacional.
La merecida indemnización que le acaba de ser otorgada a Arango Bacci no es suficiente para curar las heridas ni para reparar el brutal daño que Santos ordenó hacerle a ese hombre que sirvió con devoción y disciplina al país.
Afortunadamente, el paso del tiempo ha permitido que el esplendor de la verdad se imponga. Las “pruebas” en su contra, como es natural, se desplomaron y quienes las falsificaron -los almirantes Barrera y Echandía- se convirtieron en unos vulgares fugitivos que huyen de sus propios pecados y de la posible acción de la justicia de nuestro país.
El gobierno de los Estados Unidos, consciente del error al que fue inducido, le ha anunciado al almirante Arango que su visa le será reestablecida.
Poco a poco ese hombre, que es una víctima de Juan Manuel Santos, ha recuperado algo de lo que perdió por cuenta del complot que se orquestó contra suya.