La fementida paz que nunca llegó

Jahel Moreno S. | El Colombiano | 8 DE diciembre de 2020

Jahel Moreno S.
Quienes creyeron que tan solo bastaría firmar un Acuerdo entre Santos y las Farc para terminar el conflicto y empezar a disfrutar una paz estable y duradera, un nuevo país con un sistema integral de verdad, justicia, reparación y no repetición, no pasaron de una vana ilusión, un engaño, porque tras cuatro años de firmado, ni paz ni seguridad ni crecimiento económico llegaron; pero sí aseguró para esa organización criminal un tribunal especial de impunidad, la JEP, para delitos atroces; privilegios que ningún país civilizado del mundo les hubiese concedido.

La fementida paz que nunca llegó
La tropa regresó al monte, los cabecillas pasaron del Caguán al Congreso de la República a ocupar espacios y presidirlo.
Y mientras la tropa regresó al monte, los cabecillas pasaron del Caguán al Congreso de la República a ocupar espacios y presidirlo, además; ese lugar de privilegios y supuestamente reservado para que los mejores hijos le sirvan a la patria; es como si Colombia fuese otra Banana Republic.

Pues todo estuvo fríamente calculado desde Palacio; hasta la redacción intencional en la que se preguntó en el tarjetón al elector, el pueblo: “¿Apoya usted el Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera?”.

Y sin haber sido aprobado, el presidente Santos invitó a Cartagena a 17 jefes de Estado, 27 cancilleres, el secretario general de la ONU para firmar ese Acuerdo por el alias “Timochenko".

Y en ese acto calificado de apoteósico, agite de pañuelos, aviones de caza en el cielo y el Himno a la Alegría de fondo, el público se mostró eufórico; confiaban esperanzados en que la paz sería real y felicitaban a Timochenko por su intervención y hasta autógrafos le pedían.

Hubo plata a reventar para compra de pautas en todos los medios, dineros públicos publicitando el sí, mientras la campaña por el No apeló a la sensatez e influencia de las redes sociales que advirtieron de las graves consecuencias y amenazas sobre todas las instituciones y nuestro Estado de derecho gravitaba de quedar incorporadas en la Constitución Política de Colombia esas 297 páginas del Acuerdo.

Y el país en un acto de responsabilidad y patriotismo reaccionó y dijo No a ese Acuerdo para la impunidad, No a esa clase política arrodillada, No a ese Congreso vendido, cuyas mayorías entregaron funciones y responsabilidades al presidente aprobándole todo lo que pidió; incluyendo una Ley habilitante, similar a la otorgada al presidente Maduro en la empobrecida Venezuela.

Pero poco o nada va quedando de ese acuerdo ilegal que otorgó a las Farc diez curules en el Congreso y un Tribunal que, tras dos años de funcionamiento a un costo billonario, ha consolidado el narcotráfico como el negocio más lucrativo del mundo y un Premio Nobel de Paz del que hasta Noruega estará arrepentida de haber otorgado.


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