¿Será capaz Colombia de aprender de los errores ajenos y abandonar las inútiles batallitas políticas? Veremos.
Salud Hernández-Mora | Semana | 9 de enero de 2021
Por ahí no es, Claudia. Otra vez persistiendo en el error. Pensé que en este 2021 la norma sería meditar antes de lanzar acusaciones a la ligera para evitar rectificar y dar papaya. Pero disparó el primer dardo según se bajó del avión, tras su zarandeado y breve descanso en el exterior.
Aunque sería normal irse de vacaciones tras un año enloquecido, en política, como bien conoce la alcaldesa, los gestos cuentan (recuerden la silla vacía de Duque) y en un 2020 terrible, era previsible que muchos consideraran su viaje inoportuno. Y como se pasa la vida regañando a todo el mundo y un día dice a las familias que nada de salir de puente y al siguiente justifica la injustificable aglomeración de 5.000 hinchas, no puede esperar nada distinto a que se la cobren a la mínima, así lo crea injusto.
Por eso, para defenderse de las críticas por el minipaseo, insinuó que Duque es el culpable de la disparada de contagios, al achacar a la cepa inglesa parte de la elevada ocupación de las ucis. Explicó que es más contagiosa y peligrosa que la anterior y como sabemos que solo puede llegar vía aérea y, según el secretario de Gobierno, la propagan por la ciudad los que viven en el norte de Bogotá, vuelve al populismo de azuzar la lucha de clases. Es decir, el presidente, que no clausuró a tiempo los vuelos procedentes de Londres por beneficiar a la economía, y los insolidarios ricos capitalinos, que viajan a la capital británica, son los responsables de la nueva ola de contagios y del tsunami viral que se avecina.
Si ya tenemos un índice de ocupación del 85 por ciento de ucis, y entre este domingo y el lunes regresarán el millón de vehículos que faltaban, se pueden imaginar la que nos espera cuando estemos todos en Bogotá.
Duque devolvió el golpe y dijo que no existe evidencia científica de que esa vaina británica ande por nuestro territorio causando estragos. Estamos, pues, ante el mismo pugilato que libraron en el 2020, con la política entrometiéndose en la guerra contra la pandemia. Y a juzgar por la última arremetida de la covid-19, seguimos perdiendo las batallas; y tampoco tenemos nada claro lo de las vacunas.
Sería necesario que Claudia cambie de actitud y solo piense en unir fuerzas en los meses venideros que, de momento, se parecen bastante a lo vivido en 2020. En lugar de pelear, deberían mirar a Europa y analizar el cúmulo de embarradas en la compra y aplicación de las vacunas para que cuando aquí comiencen a ponerlas en febrero, más tarde que varios de nuestros vecinos, el plan del Ministerio de Salud no tenga demoras por falta de planificación.
Y no se coman el cuento que difundió Petro en su visita al comunista Pablo Iglesias en Madrid, de que España nos regalará el excedente de vacunas, porque no es cierto que vayan a tener este año millones de dosis extra.
La Unión Europea se quedó muy corta en sus previsiones y ya varias voces serias han advertido que no habrá suficientes vacunas ni para ellos mismos porque compraron tarde, poco y a las farmacéuticas equivocadas. Apostaron por los laboratorios que han fracasado hasta la fecha –Sanofi y AstraZeneca– y, a diferencia de Washington, que proclamó eso tan trumpiano de “América primero” y firmó contratos con las que sí son eficaces (Pfeizer y Moderna) de 1.100 millones de dosis, los europeos optaron por emprender una única negociación para que primara la solidaridad entre sus países miembros. Cuando ni siquiera la poderosa Alemania cuenta con suficientes dosis para su población, no podemos pensar que nos vayan a socorrer con unas supuestas sobrantes.
Al problema de escasez, habría que sumar la mala o nula planificación. En España, por ejemplo, comenzaron a administrarlas el 27 de diciembre y en la primera semana no habían vacunado en muchas provincias ni el 10 por ciento previsto. Arrancaban con los cerca de 320.000 mayores que viven en residencias de ancianos y sus empleados. Algo que parecía sencillo resultó un fiasco. Por increíble que parezca, las vacaciones navideñas, no trabajar los fines de semana, falta de congeladores y escasez de personal impidieron cumplir los plazos, olvidando que son millones los integrantes de otros grupos de alto riesgo que aguardan impacientes su turno.
Pero el motivo más común para no abarcar el cupo adjudicado, fue la escasa credibilidad del Gobierno. La mayoría de mandatarios locales prefirieron aplicar solo la mitad de las vacunas que les enviaron por temor a no recibir a tiempo la segunda dosis.
Dados los pobres resultados de los primeros días y los preocupantes reportes sobre la ineficacia de la Unión Europea, reputados especialistas advierten que será una quimera la promesa del Gobierno de Pedro Sánchez de que habrá 33 millones de españoles inmunizados en el verano, y más bien necesitarán todo el 2021.Lo que recomendó de manera enfática el presidente de la Sociedad Española de Inmunología, Marcos López Hoyos, es que dejen de lado en esta fase a los científicos (yo agregaría que a los políticos) y den paso a los expertos en logística.
Y no todo ha sido desastroso. En Israel funcionó el sistema como un reloj y una pequeña región española, Asturias, cumplió a la perfección.
¿Será capaz Colombia de aprender de los errores ajenos y abandonar las inútiles batallitas políticas? Veremos.
Aunque sería normal irse de vacaciones tras un año enloquecido, en política, como bien conoce la alcaldesa, los gestos cuentan (recuerden la silla vacía de Duque) y en un 2020 terrible, era previsible que muchos consideraran su viaje inoportuno. Y como se pasa la vida regañando a todo el mundo y un día dice a las familias que nada de salir de puente y al siguiente justifica la injustificable aglomeración de 5.000 hinchas, no puede esperar nada distinto a que se la cobren a la mínima, así lo crea injusto.
Por eso, para defenderse de las críticas por el minipaseo, insinuó que Duque es el culpable de la disparada de contagios, al achacar a la cepa inglesa parte de la elevada ocupación de las ucis. Explicó que es más contagiosa y peligrosa que la anterior y como sabemos que solo puede llegar vía aérea y, según el secretario de Gobierno, la propagan por la ciudad los que viven en el norte de Bogotá, vuelve al populismo de azuzar la lucha de clases. Es decir, el presidente, que no clausuró a tiempo los vuelos procedentes de Londres por beneficiar a la economía, y los insolidarios ricos capitalinos, que viajan a la capital británica, son los responsables de la nueva ola de contagios y del tsunami viral que se avecina.
Si ya tenemos un índice de ocupación del 85 por ciento de ucis, y entre este domingo y el lunes regresarán el millón de vehículos que faltaban, se pueden imaginar la que nos espera cuando estemos todos en Bogotá.
Duque devolvió el golpe y dijo que no existe evidencia científica de que esa vaina británica ande por nuestro territorio causando estragos. Estamos, pues, ante el mismo pugilato que libraron en el 2020, con la política entrometiéndose en la guerra contra la pandemia. Y a juzgar por la última arremetida de la covid-19, seguimos perdiendo las batallas; y tampoco tenemos nada claro lo de las vacunas.
Sería necesario que Claudia cambie de actitud y solo piense en unir fuerzas en los meses venideros que, de momento, se parecen bastante a lo vivido en 2020. En lugar de pelear, deberían mirar a Europa y analizar el cúmulo de embarradas en la compra y aplicación de las vacunas para que cuando aquí comiencen a ponerlas en febrero, más tarde que varios de nuestros vecinos, el plan del Ministerio de Salud no tenga demoras por falta de planificación.
Y no se coman el cuento que difundió Petro en su visita al comunista Pablo Iglesias en Madrid, de que España nos regalará el excedente de vacunas, porque no es cierto que vayan a tener este año millones de dosis extra.
La Unión Europea se quedó muy corta en sus previsiones y ya varias voces serias han advertido que no habrá suficientes vacunas ni para ellos mismos porque compraron tarde, poco y a las farmacéuticas equivocadas. Apostaron por los laboratorios que han fracasado hasta la fecha –Sanofi y AstraZeneca– y, a diferencia de Washington, que proclamó eso tan trumpiano de “América primero” y firmó contratos con las que sí son eficaces (Pfeizer y Moderna) de 1.100 millones de dosis, los europeos optaron por emprender una única negociación para que primara la solidaridad entre sus países miembros. Cuando ni siquiera la poderosa Alemania cuenta con suficientes dosis para su población, no podemos pensar que nos vayan a socorrer con unas supuestas sobrantes.
Al problema de escasez, habría que sumar la mala o nula planificación. En España, por ejemplo, comenzaron a administrarlas el 27 de diciembre y en la primera semana no habían vacunado en muchas provincias ni el 10 por ciento previsto. Arrancaban con los cerca de 320.000 mayores que viven en residencias de ancianos y sus empleados. Algo que parecía sencillo resultó un fiasco. Por increíble que parezca, las vacaciones navideñas, no trabajar los fines de semana, falta de congeladores y escasez de personal impidieron cumplir los plazos, olvidando que son millones los integrantes de otros grupos de alto riesgo que aguardan impacientes su turno.
Pero el motivo más común para no abarcar el cupo adjudicado, fue la escasa credibilidad del Gobierno. La mayoría de mandatarios locales prefirieron aplicar solo la mitad de las vacunas que les enviaron por temor a no recibir a tiempo la segunda dosis.
Dados los pobres resultados de los primeros días y los preocupantes reportes sobre la ineficacia de la Unión Europea, reputados especialistas advierten que será una quimera la promesa del Gobierno de Pedro Sánchez de que habrá 33 millones de españoles inmunizados en el verano, y más bien necesitarán todo el 2021.Lo que recomendó de manera enfática el presidente de la Sociedad Española de Inmunología, Marcos López Hoyos, es que dejen de lado en esta fase a los científicos (yo agregaría que a los políticos) y den paso a los expertos en logística.
Y no todo ha sido desastroso. En Israel funcionó el sistema como un reloj y una pequeña región española, Asturias, cumplió a la perfección.
¿Será capaz Colombia de aprender de los errores ajenos y abandonar las inútiles batallitas políticas? Veremos.