Paloma Valencia | EL NUEVO SIGLO | 15 de enero de 2015
Iván Márquez era el jefe negociador de las Farc para el proceso de paz durante el gobierno de Santos y además, el segundo a bordo de esa estructura. Márquez firmó el acuerdo, se tomó las fotos, habló por los medios; y cuando debía posesionarse en su curul regalada, empezaron a aparecer señales de que no cumpliría. Empezó a incumplir sus llamados a la JEP. Luego se fugó y hoy es la cabeza de una organización criminal y mafiosa.
Todo empezó con el proceso contra su sobrino, Marlon Marín, con el tremendo escándalo de que algunos guerrilleros estaban intentando robarse los dineros de la salud de los desmovilizados y pidiendo coima por los contratos de la paz; y que terminó implicando a varios miembros de las Farc en tráfico de drogas, después de la firma del acuerdo. ¿Por qué se fugó el recién nombrado senador? Lo cierto es que Márquez ha sido congresista dos veces por acuerdos de paz, y las dos veces ha regresado a la criminalidad.
No lo hizo, como pretenden algunos, por un “entrampamiento”. ¿Está implicado en el robo de los recursos de salud de los desmovilizados? ¿En el tráfico de droga? Es muy probable, lo cierto es que era un delincuente. Tiene 28 condenas, 198 órdenes de captura y ahora tiene nuevos procesos. Y es un delincuente, es la cabeza de la organización terrorista y narcotraficante autodenominada Nueva Marquetalia, la mayor responsable del asesinato de lideres sociales, de narcotráfico y terrorismo en nuestro país.
Ahora aparece, pues, el criminal Márquez hablando de revocarle el mandato al Presidente Duque. Iniciativa que no tiene ningún asidero legal, y que sin embargo viene siendo liderada por el senador Roy Barreras. Aquello coincide, con la defensa acérrima de la inocencia de Santrich que ha liderado también el senador Barreras y secundada por el senador Petro, con la teoría del “entrampamiento”. La coincidencia aterra.
En las últimas sesiones de comisión primera del Senado tuve que observar, para mi sorpresa, la defensa de lo indefensible; la defensa de Santrich a manos de los senadores Roy y Petro. Ellos mismos insisten en la “paz completa” y la necesidad de seguir negociado con la criminalidad. Desestimé las especulaciones de que esta defensa era un mensaje para la Nueva Marquetalia, de la que se desprendería el discurso político de que la “paz completa” solo sería posible con la elección de ese sector político. Lo interpreté y lo hago ahora, como un ataque al exfiscal Martínez.
Ahora aparecen esos criminales (los defendidos), armados e intimidantes, apoyando las causas políticas de sus defensores (Petro y Roy), en especial el ataque al Presidente legítimamente elegido por los colombianos, y hablando de la necesidad de la “paz completa”.
No creo que el senadores tengan un acuerdo con el narcoterrorismo, es más estoy segura de que no es así. Sin embargo, estamos viendo de facto mutuos actos de respaldo. De facto -aun sin el consentimiento de los senadores- las armas hoy le dicen a los colombianos que hay que revocar al Presidente Duque y que se requiere una paz completa; lo mismo que propone un sector político democrático. Colombia no puede aceptarlo. Urge el rechazo categórico de parte de los senadores Barreras y Petro. Deberíamos de una buena vez abolir el concepto de delito político; jamás aceptar siquiera la idea de que las armas tengan incidencia en la política.
Iván Márquez era el jefe negociador de las Farc para el proceso de paz durante el gobierno de Santos y además, el segundo a bordo de esa estructura. Márquez firmó el acuerdo, se tomó las fotos, habló por los medios; y cuando debía posesionarse en su curul regalada, empezaron a aparecer señales de que no cumpliría. Empezó a incumplir sus llamados a la JEP. Luego se fugó y hoy es la cabeza de una organización criminal y mafiosa.
Todo empezó con el proceso contra su sobrino, Marlon Marín, con el tremendo escándalo de que algunos guerrilleros estaban intentando robarse los dineros de la salud de los desmovilizados y pidiendo coima por los contratos de la paz; y que terminó implicando a varios miembros de las Farc en tráfico de drogas, después de la firma del acuerdo. ¿Por qué se fugó el recién nombrado senador? Lo cierto es que Márquez ha sido congresista dos veces por acuerdos de paz, y las dos veces ha regresado a la criminalidad.
No lo hizo, como pretenden algunos, por un “entrampamiento”. ¿Está implicado en el robo de los recursos de salud de los desmovilizados? ¿En el tráfico de droga? Es muy probable, lo cierto es que era un delincuente. Tiene 28 condenas, 198 órdenes de captura y ahora tiene nuevos procesos. Y es un delincuente, es la cabeza de la organización terrorista y narcotraficante autodenominada Nueva Marquetalia, la mayor responsable del asesinato de lideres sociales, de narcotráfico y terrorismo en nuestro país.
Ahora aparece, pues, el criminal Márquez hablando de revocarle el mandato al Presidente Duque. Iniciativa que no tiene ningún asidero legal, y que sin embargo viene siendo liderada por el senador Roy Barreras. Aquello coincide, con la defensa acérrima de la inocencia de Santrich que ha liderado también el senador Barreras y secundada por el senador Petro, con la teoría del “entrampamiento”. La coincidencia aterra.
En las últimas sesiones de comisión primera del Senado tuve que observar, para mi sorpresa, la defensa de lo indefensible; la defensa de Santrich a manos de los senadores Roy y Petro. Ellos mismos insisten en la “paz completa” y la necesidad de seguir negociado con la criminalidad. Desestimé las especulaciones de que esta defensa era un mensaje para la Nueva Marquetalia, de la que se desprendería el discurso político de que la “paz completa” solo sería posible con la elección de ese sector político. Lo interpreté y lo hago ahora, como un ataque al exfiscal Martínez.
Ahora aparecen esos criminales (los defendidos), armados e intimidantes, apoyando las causas políticas de sus defensores (Petro y Roy), en especial el ataque al Presidente legítimamente elegido por los colombianos, y hablando de la necesidad de la “paz completa”.
No creo que el senadores tengan un acuerdo con el narcoterrorismo, es más estoy segura de que no es así. Sin embargo, estamos viendo de facto mutuos actos de respaldo. De facto -aun sin el consentimiento de los senadores- las armas hoy le dicen a los colombianos que hay que revocar al Presidente Duque y que se requiere una paz completa; lo mismo que propone un sector político democrático. Colombia no puede aceptarlo. Urge el rechazo categórico de parte de los senadores Barreras y Petro. Deberíamos de una buena vez abolir el concepto de delito político; jamás aceptar siquiera la idea de que las armas tengan incidencia en la política.